Ideas: 30% de inspiración y 70% de trabajo

  • 22 octubre, 2015
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En el último post de Media Esfera hablamos sobre cómo empatizar con el cliente en la primera reunión. En esta ocasión queremos abordar otra faceta del trabajo diario tan importante o más que la anterior: la generación de ideas.

Cuando nos ponemos manos a la obra en la agencia para preparar una propuesta que nos distinga del resto, que consiga que nos elijan entre muchas otras opciones, siempre valoramos que nuestras ideas pueden llegar mucho más lejos de lo que esperamos. Aunque este hecho no siempre tiene que ser positivo para nosotros.

Sobre cada nuevo proyecto, siempre planea una misma sombra: todo el tiempo que emplees para desarrollar tus iniciativas y, de hecho, todas tus ideas, pueden ser de gran utilidad, aunque puede que tú no seas el elegido para implantarlas.

Supongo que todos aquellos que trabajan en el ámbito de la creatividad entenderán perfectamente lo que estamos planteando: tus ideas son tuyas hasta que las compartes. Entonces, esa idea que tanto te costó pulir y que parece tan sencilla se convierte en patrimonio de quien la escucha. Y a veces, más tarde, la ves plasmada con e incluso sin ligeras modificaciones.

Son gajes del oficio. Y no por ello tu propuesta debe ser menos lucida. Es un riesgo que debemos asumir como parte del día a día de este trabajo. No obstante, siempre cabe usar técnicas que nos permitan demostrar nuestro potencial, pero a la vez dejen lo mejor para más tarde. Así, quien esté realmente interesado en nuestra propuesta volverá, esta vez con el propósito de contratar nuestros servicios.

Ciertamente está todo inventado. Un buen proceso creativo se nutre de un 30% de inspiración y un 70% de documentación.

Sin embargo, el verdadero trabajo de preparar una propuesta para un cliente concreto procede de la personalización y la definición del brainstorming o la lluvia de ideas, el punto de partida con el que da comienzo cualquier proyecto.

Cuando se prepara un plan de marketing o de comunicación, cuando se plantea una propuesta que busca ser original y distinta se destinan muchas horas a depurar la idea, a averiguar si se puede llevar a la práctica y cómo, a determinar su coste, etc.

Tras una iniciativa aparentemente ‘fresca’, ‘original’ e ‘innovadora’ hay muchas horas de estudio del cliente y el mercado para que originalidad y realidad se den la mano.

De nada sirve aportar sugerencias que rayen lo estrafalario o tan innovadoras que resulte imposible ponerlas en práctica. Probablemente hayan surgido en algún momento, pero un trabajo en profundidad las habrá descartado.

Sin embargo, todos sabemos que el minucioso trabajo de documentación y análisis de ideas queda habitualmente resumido en una propuesta breve e impactante que puede gustar, pero finalmente no revertir en un nuevo cliente.

Por eso, cuando nos sentamos a diseñar la estrategia para ofrecer nuestros servicios a un cliente en potencia, así como las ideas que deben acompañarla, debemos ser conscientes de que el resultado será incierto, aunque nos empleemos a fondo.

 

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